MOSAICO, 28-VIII-014

Martínez Campos, 28-VIII-014

GUIA

MOSAICO

Silviano Martínez Campos

LA PIEDAD, 28 de Agosto.-  COMO PARA QUITARLE a uno lo sabiondo, si es que así lo pretende, recuerdo alguna vez, en un aula, un maestro (verdadero maestro de las sabidurías ancestrales) expuso un esquema que apenas recuerdo y si no lo digo exacto, no importa, no es examen. De lo que llamamos nuestra realidad, cada uno conoce algo que los demás no conocen. Los demás conocen de uno, algo que no conoce uno. Y, claro, uno conoce de los demás algo que no conocen de sí mismos. Y hay algo de los demás y de uno, que ninguno conoce. Y a esta dimensión es a la que debe llegar el mensaje de fondo (se refería al Evangelio, a la Buena Nueva). Y fuera de ese ámbito que refiero, alguna vez en una reunión amistosa, donde estaba un jesuita, don Luis del Valle, cuando era muy de moda la reflexión católica desde América Latina (y aún es vigente, aunque no se crea), a una afirmación de  él, hice la observación de que si eso no perturbaba conciencias. Y dijo: a quien no tiene conciencia, de las cosas, no se la perturba. Y su plática, siempre, matizada con una benevolente sonrisa. Digo esto, porque hablar uno de sí mismo, puede que a veces choque, pero pues de quién sabe uno un poco más, si no es de uno mismo. ESTO A PROPÓSITO y a manera de justificación, porque estoy viendo una nota de Carlos Ruvalcaba titulada “El arte de Raúl Anguiano en Zamora”, que aparece en la sección cultural del más reciente número de GUIA. Hace referencia la nota, a una exposición en dicha ciudad, con obra del pintor mexicano. Resulta que, hará ya 57 (cincuenta y siete años) durante mi paso efímero de unos meses por un diario capitalino, Zócalo, y dado que me defendía un poco en la redacción por mi brochazo de retórica en el internado, me  pusieron a entrevistar personalidades del arte. No debió estar tan mal lo que hice, puesto que me dieron una columnita titulada Semblanzas. Que recuerde, hice pequeñas semblanzas de su vida y obra, enfoque periodístico  pues, de Carlos Alvarado Lang, pintor  piedadense, Octaviano Valdés, académico de la lengua (me regaló un librito suyo) del poeta Alfonso Junco, a quien le pregunté cómo se aprendía a escribir y me dijo: echándose al agua, se aprende a nadar, escribiendo, se aprende a escribir. A un sacerdote marginal que no recuerdo el nombre, pero hacía buenos versos; a una pintora que me puso una avergonzada (acepto que a mis 22 años no tenía mucha experiencia de mundo en la gran ciudad de México), porque le pregunté su edad. Y a Raúl Anguiano, en su departamento por allá por la Avenida Alvaro Obregón, si mal no recuerdo. Me regaló una litografía suya, pero me apena decir que en mis andanzas descubriendo mundo y en busca de unos pesos para mí y  para mis padres, no supe ni dónde quedó la litografía. Y en ese periódico, seis años antes de meterme a estudiar periodismo y ocho antes de empezar a ejercerlo de manera profesional (ya casi cincuenta), también escribí artículos, comentarios, uno de ellos titulado “Historia del Pueblo Olvidado”, sobre Ziquítaro y sus conflictos. Muy retórico, claro, pero en el “hablé” de mi ronco pecho. Nadie es perfecto y menos si no calibra el aquí, y el ahora, a la hora de entrevistar a un amigo del mero mero. Así que hice mutis o me hicieron hacerlo. Pero fue para bien, porque desde entonces, y por nueve años más o menos, me lancé de plano al estudio en la benemérita Universidad de la Vida, lo que me ha servido de mucho a la hora de lanzarme al agua, como me dijo don Alfonso Junco. DESPUÉS DE LA matazón durante varias semanas, la diplomacia logró una tregua, que ojalá sea definitiva, entre palestinos e israelíes. Pues sí, ambas partes se atribuyen la victoria. Cuestión de propaganda. El hecho en sí, es que la diplomacia, el arte que sólo ellos conocen, desactiva un conflicto tan viejo y ojalá, ahora sí, se encuentren los caminos para desenredarlo. En nuestros tiempos cualquier conflicto donde entran las armas, pone tenso al mundo, literalmente. Hasta donde los muy marginales en el espacio y en el acontecer de aquellas tierras, percibimos que la presión en los medios fue inmensa. Afortunadamente abundan cada vez más las mentes lúcidas, y con una visión planetaria, que en esta como en otras muchas cuestiones ponen,  el interés general por encima del muy particular. Ambos intereses legítimos. Recuerdo haber visto en el Face una opinión en el sentido de que en este conflicto, sólo Dios nos salva. Me permití opinar: Dios y la ONU. LA TRAGEDIA EN Sonora, la contaminación de las aguas por productos contaminantes de lo que se responsabiliza a los de una mina, nos está obligando a que la autoridad, en sus ámbitos locales y nacionales, imponga un control más estricto en el manejo y traslado de los productos tóxicos. Día vendrá en que se irá más al fondo y se neutralice totalmente la química nociva. (www.losnuevostiempos.wordpress.com ).

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